En cada recoveco se vislumbran "verdades".  

Esas luminarias de consciencia

son las migajas para reencontrar el camino,

 para entrever dónde se pudo perder.

Todo es verdad, nada mentira;

todo y nada es, sólo parece,

según nuestra forma de mirar,

excepto si la ceguera inunda. 

Háblame de tus prioridades

 y te diré de qué huyes.  

Dime qué crees que necesitas

 y te diré qué te sobra.  

El despertar es como el horizonte:  

cuando crees que te acercas

 dudas de tus logros.  

En el laberinto se sortean opciones, 

pero nuestros dogmas,

más que defensas, son un estorbo.  

Aunque seamos aspirantes a inmortales,  

aún nos pesa el no saber a qué aspiramos

 y el estar dispuestos a todo por conseguirlo.  

Cuando las estrellas nos hacen guiños,  

intuimos que el Alma todavía aletea.